El Burlador de Sevilla encierra, no menos que El condenado por desconfiado, un drama religioso. Lo capital y lo generador en esta obra, atribuida a Tirso de Molina, es Don Juan, el católico libertino y olvidado de Dios, que remite su conversión a la hora de la muerte, entregándose por entero, no al amor, al deleite de la voluptuosidad. Y la causa del éxito inmenso, la divulgación universal de esta creación atribuida a Tirso de Molina fue la fusión del caracter dramático del seductor profesional, arrogante y fascinador, que ha dado nombre de todo un género de burladores amorosos, con el elemento sobrenatural, con el felicísimo recurso escénico de la intervención de la estatua animada y vengadora, que extermina al libertino impenitente, escarnecedor de los muertos y retador de la eterna justicia.