La magia, presente en ambos cuentos, es quizás la responsable principal de los hechos que ocurren. Un camarón encantado cumple los pedidos de un pobre leñador, víctima de los caprichos de su esposa, desmedidamente ambiciosa. Meñique, un hombrecito minúsculo, abate el árbol encantado, da agua al palacio del rey y vence al gigante, para conseguir casarse con una princesa. Y finalmente, no solo la magia, sino también el talento y el ingenio acabarán siendo más importantes que la fuerza.